Un reloj que da las 4:17 p.m.
gente que camina e ignora
un mundo, un mundo tras cada ventana y puerta.
Y hay días que no llueve, hay días que si
cuando las sombras deambulan, escapan fatuas
oscuras y grises, del frío y del agua.
La mole afilada, de infinito devorar
rasga el cielo. Y sangra.
Y sombras, grises, viejas, sin caras
desaparecen en las fauces.
Feroces soportales, uno tras otro, tras otro, tras otro
Quien fue, quien es, quien será
A quién odió, a quién amó.
La lluvia se lo lleva.
Calor que cae en la cera
se desliza y se va,
Y desaparece. Para siempre. Sin más.
Nuevos de aquellos. Grises, miles, sin rostro
vuelven a deambular. Y la ciudad vuelve a olvidar.
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